Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor.
Jesús les volvió a decir: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también." Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos."
(Juan 20: 19-23).
Tomás exclamó: "Tu eres mi Señor y mi Dios." Jesús replicó: "Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!"
(Juan 20: 28-29)
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